Cuando la crisis financiera global empezó a profundizarse en septiembre de 2008, pocas empresas mexicanas se imaginaban las dificultades que enfrentarían en 2009. Actualmente, la importante debilidad de la demanda interna y externa está afectando sus ventas y utilidades, además de que el crédito disponible para refinanciar su deuda o concretar sus proyectos en marcha resulta escaso y más caro. Además, algunas empresas asumieron grandes pérdidas generadas por su apalancamiento en moneda extranjera o por sus posiciones de derivados de tipo especulativo, lo que deterioró significativamente sus perfiles financieros y en algunos casos, resultó en el incumplimiento de sus obligaciones. La importante depreciación del peso mexicano, que ha perdido aproximadamente 30% de su valor frente al dólar desde octubre de 2008, ha exacerbado la situación.